“Yo pregunto a los presentes, si no se han puesto a pensar que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más, yo pregunto si en la tierra, nunca habrá pensado usted que si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den”, cantaba Víctor Jara, en plazas, estadios, barrios y universidades. Como cual peregrino rebelde, llevando su guitarra y una canción con el mensaje de libertad e igualdad, esparcidos por Chile y el mundo.
“De nuevo quieren manchar mi tierra con sangre obrera, los que hablan de libertad y tienen las manos negras”, decía en otra canción, como un profeta que avecina lo que ocurriría más tarde en su país, Chile, cuando los militares fascistas derrocarían al gobierno popular de Salvador Allende.
Víctor Jara, el compositor, el cantor, el activista, el revolucionario, nació un, 28 de septiembre y murió asesinado un 16 de Septiembre de 1973, después de haber sufrido tortura, en el Estadio de Chile, junto a muchos de sus compañeros estudiantes, obreros y campesinos, todos ellos activistas políticos, que murieron con el sueño de forjar un mundo mejor.
Su basto aporte a la cultura chilena, no sólo como cantante, sino como compositor, actor, director teatral y sobre todo como un recopilador de la música y tradición de América Latina, hace de el un personaje de trascendencia. Recopilo canciones y ritmos de toda América latina, le canto a los mártires revolucionarios contemporáneos como el Che Guevara, El Inti guerrillero Boliviano que lucho Junto al Che en el monte de Bolivia, a Ho Chi Mihn guerrillero Vietnamita, le canto a Camilo Torres, sacerdote y guerrillero colombiano, compuso rancheras dedicadas a Emiliano Zapata y la revolución mexicana, le canto a lo cotidiano, a un día en el trabajo, a las obreras, le canto a su cigarrito.
Víctor Jara, marcó en América Latina, un ejemplo, por su compromiso con la transformación de la sociedad, por el trabajo constante y el deber político de la mano con la música, en una realidad que poco ha cambiado, sus canciones más vigentes que nunca, no deben quedar en el olvido, como el dijera “Nuestro deber es luchar segundo a segundo para darle a nuestro pueblo su propia identidad, su identificación con el folclore, que es el lenguaje más autentico que posee nuestro pueblo y, a través de la canción popular, ayudarle a entender la realidad, la de sus amigos y enemigos y, a través de la música, ayudar a nuestro pueblo a desenmascararlo todo, a transformarlo todo; no con profecías, sino junto a ellos”.
Somos cinco mil, último poema de Víctor Jara, escrito en cautiverio. Prisión
Somos cinco mil
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!