En 1910, la Conferencia de Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague, aceptó la propuesta de Clara Zetkin, dirigente de la II Internacional, de declarar al 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Ese día, de 1857, habían muerto quemadas 129 obreras de la textil Cotton de Nueva York, en un incendio provocado por la patronal como respuesta a los reclamos de sus trabajadoras.
Así nació el 8 de marzo, como día de lucha de la mujer trabajadora y de homenaje a nuestras mártires. Pero a lo largo de los años fue siendo desfigurado por la burguesía, las instituciones del imperialismo y el reformismo, que le fueron quitando su carácter de clase, convirtiéndolo en un día dedicado a celebrar la “hermandad de las mujeres”. Así cada 8 de marzo, desde la ONU, gobiernos, medios de comunicación y las grandes empresas, se hacen hipócritas homenajes a la mujer y se nos quiere hacer creer que la opresión es cosa del pasado, porque hoy las mujeres son Ministras, Secretarias de Estado, Juezas, Presidentas.
Eso es falso. Es cierto que existen las Hilary Clinton, las Cristina Kirchner, las Bachelet, las Laura Chinchilla… Pero esas mujeres no tienen nada que ver con nosotras. Son nuestras enemigas de clase. Los gobiernos que ellas encabezan no se diferencian de los dirigidos por hombres. Todos ellos garantizan que, igual que hace 100 años, los capitalistas utilicen la opresión de la mujer para mejor explotar al conjunto de la clase obrera.
La verdadera situación de la mujer trabajadora y pobre, la dan las cifras de la propias instituciones imperialistas (ONU, OIT, UNICEF, Banco Mundial).
Las mujeres somos el 70% de los 1.300 millones de pobres absolutos del mundo. Esto es así a pesar que, según datos de la ONU, el trabajo de la mujer tiene un papel de primer orden ya que entre el 50 y el 80 % de la producción y comercialización de alimentos está en nuestras manos.
A nivel laboral, se estima que el trabajo no remunerado de la mujer en el hogar representa un tercio de la producción económica mundial (ONU). De las mujeres en edad de trabajar, tan sólo lo hace (fuera del hogar) un 54% frente al 80% de los hombres (OIT). Las mujeres desempeñan la mayor parte de los trabajos mal pagados y menos protegidos (OIT). Las mujeres ganan entre un 20 y un 30% menos que los hombres (OIT). Ha aumentado notablemente el número de mujeres que emigran a diferentes países de Europa y a EE.UU, tanto legal como ilegalmente, en busca de empleo. Estas mujeres inmigrantes, son las que más sufren la sobreexplotación y todo tipo de abusos.
A nivel de la educación, 2/3 de los 876 millones de analfabetos del mundo son mujeres. Al cumplir los 18 años las chicas tienen una media de 4,4 años menos de educación que los varones de su misma edad. De los 121 millones de niños/as no escolarizados en el mundo, 65 millones son niñas. (ONU, Unicef)
A nivel de la salud, cada año mueren en el mundo más de medio millón de mujeres como consecuencia del embarazo y el parto, lo que está directamente relacionado al nivel de pobreza. En los países coloniales y semicoloniales (los antiguamente llamados Países del Tercer Mundo y ahora conocidos como Países en Vías de Desarrollo) la tasa de mortalidad materna es de uno cada 48 partos. En países europeos, como España, mueren 3,9 mujeres por cada 100.000. En España el 98 % de las mujeres recibe asistencia durante el embarazo y el parto. En los países coloniales y semicoloniales, no reciben atención prenatal el 35 % de las mujeres; casi el 50 % da a luz sin asistencia especializada. Las últimas estadísticas indican que hay más mujeres que hombres infectadas de sida.
Las peores condiciones de vida empujarán cada vez más a mujeres trabajadoras y pobres a los abortos clandestinos o a los brutales métodos de los abortos caseros. Mujeres trabajadoras y pobres seguirán muriendo, mientras las clínicas clandestinas, ganan fortunas gracias a la legislación represiva que impide que el aborto se realice en los hospitales en forma gratuita y en las mejores condiciones médicas. Gran cantidad de jóvenes seguirán condenadas a traer al mundo hijos no deseados, que más tarde son abandonados o maltratados, destruyendo sus vidas y las de sus madres. De de todo esto es especialmente culpable la Iglesia católica y su hipócrita política de “defender la vida”. Son igualmente responsables los gobiernos y parlamentarios, que destruyen las condiciones de vida de la mujer trabajadora y después, capitulando a las presiones de la Iglesia y a los intereses de dueños de las clínicas clandestinas, se niegan a la despenalización del aborto.
Y esta deplorable situación llega a su máxima expresión cuando vemos los datos sobre la violencia contra la mujer. Cada año, al menos 2 millones de niñas entre 5 y 10 años son vendidas y compradas en el mundo como esclavas sexuales. Cada dos horas, una mujer es apuñalada, apedreada, estrangulada o quemada viva para “salvar” el honor de la familia. Durante los conflictos armados el ataque a los derechos humanos de la mujer (asesinato, violación, esclavitud sexual y embarazo forzado) se utiliza como arma de guerra. En el mundo, 135 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital. La cifra se incrementa en dos millones cada año. Según datos del Banco Mundial, al menos el 20 por ciento de las mujeres del mundo han sufrido malos tratos físicos o agresiones sexuales.
La crisis capitalista mundial potencia las penurias de las mujeres trabajadoras y pobres.
Como muestra están los 2 millones, según datos oficiales, de mujeres en paro en España. Número que se incrementa mucho en las mujeres de la “economía sumergida” (que no parece en las estadísticas) en su mayoría inmigrantes. A esto se suma la “reforma” en marcha “para enfrentar la crisis”, con su aumento de la edad jubilatoria, reducción del gasto público y contratos a tiempo parcial que condenan a miles de mujeres a la precariedad. Contra ataques similares salieron a la Huelga General las trabajadoras y trabajadores griegos. Y el ataque a la educación pública en EE.UU, está provocando la reacción de trabajadoras y estudiantes de la Universidad de California.
Por otra parte, en los países coloniales y semicoloniales, las mujeres trabajadoras y pobres, deben sufrir, además, la ofensiva colonizadora de los países imperialistas, que se intensifica como producto de la crisis mundial. Esta ofensiva se expresa en el saqueo de los recursos naturales, en la pérdida de la fertilidad de la tierra por el avance de los sojeros, en la destrucción de la salud y la educación públicas, en la pérdida de soberanía de sus países.
Así vemos en todo el continente latinoamericano, cuando se está llegando al bicentenario de las heroicas guerras de la independencia, como las madres de familia de la clase obrera se ven obligadas a luchar, junto a trabajadoras/es del sector, en defensa de la salud y la educación públicas. Como trabajadoras/es enfrentan la criminalización de sus luchas y la represión, en algunos casos ordenada por la embajada yanqui, como la que sufrieron trabajadoras de la alimentación en Argentina. Como las mujeres indígenas, en Perú, en Ecuador, junto a sus comunidades, deben enfrentar la voracidad imperialista para defender el agua y su medio ambiente. Como en México, Centroamérica y el Caribe, las mujeres son la mano de obra central de las Maquilas, asociadas a precariedad, abusos, acoso y violencia sexual, falta de libertad sindical, salarios de hambre, largas y agotadoras jornadas de trabajo y también a la muerte como en Ciudad Juárez.
Haití, máximo ejemplo de la ofensiva colonizadora
Así como el Haití ocupado por las tropas de la Minustah y ahora también por las de EE.UU es el máximo ejemplo de la ofensiva colonizadora, la mujer trabajadora y pobre de ese país, es el ejemplo de sufrimiento y lucha que queremos rescatar en este 8 de marzo.
En creole, la lengua haitiana, se usa la frase “poto mitan” (pilar central) para referirse a las mujeres. En Haití, muchas mujeres son cabeza de familia, responsables de mantener la economía familiar, cuando los hombres están desempleados o deben emigran en procura de trabajo.
Según una encuesta, realizada por la ONG haitiana Kay Fanm, entre mujeres y niñas haitianas poco antes del terremoto, un 72% habían sido violadas y más del 40% eran víctimas de la violencia.
La mujer haitiana viene luchando por la libertad desde antes de la revolución que en 1804 conquistó la independencia. A más de dos siglos de la heroica revolución de los esclavos, continúa luchando por sus derechos y por la vida, trabajando en la industria agrícola, en las maquilas y formando la base del comercio y los mercados locales. Y hoy enfrentan la nueva ocupación por parte de 15 mil soldados yanquis, la corrupción que desvía la ayuda humanitaria y el tráfico de niños con el que los capitalistas pretenden lucrar aprovechando la tragedia provocada por el terremoto.
Esta es la situación que la mujer trabajadora haitiana debe enfrentar: falta de alimentos, de agua, de vivienda, el robo de sus hijos y el acoso de las tropas de ocupación. Por eso, en el centenario del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, llamamos a las trabajadoras y trabajadores del mundo, a ayudar a nuestros hermanos de clase haitianos y a enviar a esa ayuda a las organizaciones obreras, para que verdaderamente llegue a quienes más la necesitan.
¡Todo el apoyo a la mujer trabajadora y pobre de Haití!
¡Fuera las tropas de ocupación!
¡Que la crisis la paguen los capitalistas y no los hombres y mujeres trabajadores!
¡No a la precarización del trabajo! ¡Por trabajo y salarios dignos e iguales para hombres y mujeres!
¡Basta de violencia contra la mujer! ¡Casas de abrigo para las mujeres golpeadas en todos los barrios! ¡No a la trata de personas!
¡La mujer no es una esclava: lavanderías, comedores y guarderías públicas y de calidad!
¡Programa de salud para la mujer: amplio acceso a educación sexual y contraceptivos! ¡Aborto legal, seguro y gratuito!
¡Contra todas las formas de discriminación por raza, etnia, sexo, orientación sexual y edad!
El cuerpo de la mujer no es una mercancía. ¡Contra toda la publicidad que vende a la mujer como si fuera un producto de consumo!
¡Amplia campaña de sindicalización de mujeres! ¡Combate a toda forma de machismo en los sindicatos y organismos de la clase!
Para la mujer trabajadora no hay salida dentro del capitalismo. No hay liberación de la mujer sin el triunfo de la revolución socialista y no habrá revolución socialista sin la incorporación a la lucha de la mujer trabajadora. Llamamos a todas las mujeres trabajadoras y pobres de la ciudad y del campo, a luchar, junto a nuestra clase, por nuestra liberación y por la sociedad en la que hombres y mujeres podamos vivir libres y felices, sin ningún tipo de opresión, explotación y desigualdad, la sociedad socialista.
Liga Internacional de los Trabajadores- Cuarta Internacional (LIT-CI)
Secretaría Internacional de la Mujer
Así nació el 8 de marzo, como día de lucha de la mujer trabajadora y de homenaje a nuestras mártires. Pero a lo largo de los años fue siendo desfigurado por la burguesía, las instituciones del imperialismo y el reformismo, que le fueron quitando su carácter de clase, convirtiéndolo en un día dedicado a celebrar la “hermandad de las mujeres”. Así cada 8 de marzo, desde la ONU, gobiernos, medios de comunicación y las grandes empresas, se hacen hipócritas homenajes a la mujer y se nos quiere hacer creer que la opresión es cosa del pasado, porque hoy las mujeres son Ministras, Secretarias de Estado, Juezas, Presidentas.
Eso es falso. Es cierto que existen las Hilary Clinton, las Cristina Kirchner, las Bachelet, las Laura Chinchilla… Pero esas mujeres no tienen nada que ver con nosotras. Son nuestras enemigas de clase. Los gobiernos que ellas encabezan no se diferencian de los dirigidos por hombres. Todos ellos garantizan que, igual que hace 100 años, los capitalistas utilicen la opresión de la mujer para mejor explotar al conjunto de la clase obrera.
La verdadera situación de la mujer trabajadora y pobre, la dan las cifras de la propias instituciones imperialistas (ONU, OIT, UNICEF, Banco Mundial).
Las mujeres somos el 70% de los 1.300 millones de pobres absolutos del mundo. Esto es así a pesar que, según datos de la ONU, el trabajo de la mujer tiene un papel de primer orden ya que entre el 50 y el 80 % de la producción y comercialización de alimentos está en nuestras manos.
A nivel laboral, se estima que el trabajo no remunerado de la mujer en el hogar representa un tercio de la producción económica mundial (ONU). De las mujeres en edad de trabajar, tan sólo lo hace (fuera del hogar) un 54% frente al 80% de los hombres (OIT). Las mujeres desempeñan la mayor parte de los trabajos mal pagados y menos protegidos (OIT). Las mujeres ganan entre un 20 y un 30% menos que los hombres (OIT). Ha aumentado notablemente el número de mujeres que emigran a diferentes países de Europa y a EE.UU, tanto legal como ilegalmente, en busca de empleo. Estas mujeres inmigrantes, son las que más sufren la sobreexplotación y todo tipo de abusos.
A nivel de la educación, 2/3 de los 876 millones de analfabetos del mundo son mujeres. Al cumplir los 18 años las chicas tienen una media de 4,4 años menos de educación que los varones de su misma edad. De los 121 millones de niños/as no escolarizados en el mundo, 65 millones son niñas. (ONU, Unicef)
A nivel de la salud, cada año mueren en el mundo más de medio millón de mujeres como consecuencia del embarazo y el parto, lo que está directamente relacionado al nivel de pobreza. En los países coloniales y semicoloniales (los antiguamente llamados Países del Tercer Mundo y ahora conocidos como Países en Vías de Desarrollo) la tasa de mortalidad materna es de uno cada 48 partos. En países europeos, como España, mueren 3,9 mujeres por cada 100.000. En España el 98 % de las mujeres recibe asistencia durante el embarazo y el parto. En los países coloniales y semicoloniales, no reciben atención prenatal el 35 % de las mujeres; casi el 50 % da a luz sin asistencia especializada. Las últimas estadísticas indican que hay más mujeres que hombres infectadas de sida.
Las peores condiciones de vida empujarán cada vez más a mujeres trabajadoras y pobres a los abortos clandestinos o a los brutales métodos de los abortos caseros. Mujeres trabajadoras y pobres seguirán muriendo, mientras las clínicas clandestinas, ganan fortunas gracias a la legislación represiva que impide que el aborto se realice en los hospitales en forma gratuita y en las mejores condiciones médicas. Gran cantidad de jóvenes seguirán condenadas a traer al mundo hijos no deseados, que más tarde son abandonados o maltratados, destruyendo sus vidas y las de sus madres. De de todo esto es especialmente culpable la Iglesia católica y su hipócrita política de “defender la vida”. Son igualmente responsables los gobiernos y parlamentarios, que destruyen las condiciones de vida de la mujer trabajadora y después, capitulando a las presiones de la Iglesia y a los intereses de dueños de las clínicas clandestinas, se niegan a la despenalización del aborto.
Y esta deplorable situación llega a su máxima expresión cuando vemos los datos sobre la violencia contra la mujer. Cada año, al menos 2 millones de niñas entre 5 y 10 años son vendidas y compradas en el mundo como esclavas sexuales. Cada dos horas, una mujer es apuñalada, apedreada, estrangulada o quemada viva para “salvar” el honor de la familia. Durante los conflictos armados el ataque a los derechos humanos de la mujer (asesinato, violación, esclavitud sexual y embarazo forzado) se utiliza como arma de guerra. En el mundo, 135 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital. La cifra se incrementa en dos millones cada año. Según datos del Banco Mundial, al menos el 20 por ciento de las mujeres del mundo han sufrido malos tratos físicos o agresiones sexuales.
La crisis capitalista mundial potencia las penurias de las mujeres trabajadoras y pobres.
Como muestra están los 2 millones, según datos oficiales, de mujeres en paro en España. Número que se incrementa mucho en las mujeres de la “economía sumergida” (que no parece en las estadísticas) en su mayoría inmigrantes. A esto se suma la “reforma” en marcha “para enfrentar la crisis”, con su aumento de la edad jubilatoria, reducción del gasto público y contratos a tiempo parcial que condenan a miles de mujeres a la precariedad. Contra ataques similares salieron a la Huelga General las trabajadoras y trabajadores griegos. Y el ataque a la educación pública en EE.UU, está provocando la reacción de trabajadoras y estudiantes de la Universidad de California.
Por otra parte, en los países coloniales y semicoloniales, las mujeres trabajadoras y pobres, deben sufrir, además, la ofensiva colonizadora de los países imperialistas, que se intensifica como producto de la crisis mundial. Esta ofensiva se expresa en el saqueo de los recursos naturales, en la pérdida de la fertilidad de la tierra por el avance de los sojeros, en la destrucción de la salud y la educación públicas, en la pérdida de soberanía de sus países.
Así vemos en todo el continente latinoamericano, cuando se está llegando al bicentenario de las heroicas guerras de la independencia, como las madres de familia de la clase obrera se ven obligadas a luchar, junto a trabajadoras/es del sector, en defensa de la salud y la educación públicas. Como trabajadoras/es enfrentan la criminalización de sus luchas y la represión, en algunos casos ordenada por la embajada yanqui, como la que sufrieron trabajadoras de la alimentación en Argentina. Como las mujeres indígenas, en Perú, en Ecuador, junto a sus comunidades, deben enfrentar la voracidad imperialista para defender el agua y su medio ambiente. Como en México, Centroamérica y el Caribe, las mujeres son la mano de obra central de las Maquilas, asociadas a precariedad, abusos, acoso y violencia sexual, falta de libertad sindical, salarios de hambre, largas y agotadoras jornadas de trabajo y también a la muerte como en Ciudad Juárez.
Haití, máximo ejemplo de la ofensiva colonizadora
Así como el Haití ocupado por las tropas de la Minustah y ahora también por las de EE.UU es el máximo ejemplo de la ofensiva colonizadora, la mujer trabajadora y pobre de ese país, es el ejemplo de sufrimiento y lucha que queremos rescatar en este 8 de marzo.
En creole, la lengua haitiana, se usa la frase “poto mitan” (pilar central) para referirse a las mujeres. En Haití, muchas mujeres son cabeza de familia, responsables de mantener la economía familiar, cuando los hombres están desempleados o deben emigran en procura de trabajo.
Según una encuesta, realizada por la ONG haitiana Kay Fanm, entre mujeres y niñas haitianas poco antes del terremoto, un 72% habían sido violadas y más del 40% eran víctimas de la violencia.
La mujer haitiana viene luchando por la libertad desde antes de la revolución que en 1804 conquistó la independencia. A más de dos siglos de la heroica revolución de los esclavos, continúa luchando por sus derechos y por la vida, trabajando en la industria agrícola, en las maquilas y formando la base del comercio y los mercados locales. Y hoy enfrentan la nueva ocupación por parte de 15 mil soldados yanquis, la corrupción que desvía la ayuda humanitaria y el tráfico de niños con el que los capitalistas pretenden lucrar aprovechando la tragedia provocada por el terremoto.
Esta es la situación que la mujer trabajadora haitiana debe enfrentar: falta de alimentos, de agua, de vivienda, el robo de sus hijos y el acoso de las tropas de ocupación. Por eso, en el centenario del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, llamamos a las trabajadoras y trabajadores del mundo, a ayudar a nuestros hermanos de clase haitianos y a enviar a esa ayuda a las organizaciones obreras, para que verdaderamente llegue a quienes más la necesitan.
¡Todo el apoyo a la mujer trabajadora y pobre de Haití!
¡Fuera las tropas de ocupación!
¡Que la crisis la paguen los capitalistas y no los hombres y mujeres trabajadores!
¡No a la precarización del trabajo! ¡Por trabajo y salarios dignos e iguales para hombres y mujeres!
¡Basta de violencia contra la mujer! ¡Casas de abrigo para las mujeres golpeadas en todos los barrios! ¡No a la trata de personas!
¡La mujer no es una esclava: lavanderías, comedores y guarderías públicas y de calidad!
¡Programa de salud para la mujer: amplio acceso a educación sexual y contraceptivos! ¡Aborto legal, seguro y gratuito!
¡Contra todas las formas de discriminación por raza, etnia, sexo, orientación sexual y edad!
El cuerpo de la mujer no es una mercancía. ¡Contra toda la publicidad que vende a la mujer como si fuera un producto de consumo!
¡Amplia campaña de sindicalización de mujeres! ¡Combate a toda forma de machismo en los sindicatos y organismos de la clase!
Para la mujer trabajadora no hay salida dentro del capitalismo. No hay liberación de la mujer sin el triunfo de la revolución socialista y no habrá revolución socialista sin la incorporación a la lucha de la mujer trabajadora. Llamamos a todas las mujeres trabajadoras y pobres de la ciudad y del campo, a luchar, junto a nuestra clase, por nuestra liberación y por la sociedad en la que hombres y mujeres podamos vivir libres y felices, sin ningún tipo de opresión, explotación y desigualdad, la sociedad socialista.
Liga Internacional de los Trabajadores- Cuarta Internacional (LIT-CI)
Secretaría Internacional de la Mujer
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