Francis Portocarrero
Los trabajadores del mundo vemos con sumo interés lo que viene sucediendo en todo el Magreb. Las noticias comenzaron con Túnez, cuyo pueblo hizo caer con sus movilizaciones a un dictador y se diseminaron rápidamente por otros países del área, entonces los ojos del mundo tornaron para esta parte del mundo. La historia se está escribiendo estos días.
Las noticias son sorprendentes, sin embargo, no son un “rayo en cielo sereno”, las ansias de cambio son fuertes aunque no hayan sido visibles. Las cosas venían acumulándose de años, incluso décadas en estos países nor-africanos.
Yemen, Jordania, Marruecos, Túnez, Argelia y Egipto todos tienen en común la existencia de regímenes dictatoriales (* ver nota al final) y, por supuesto, de la aplicación de programas económicos neoliberales que agudizaron la desigualdad social, la carestía de vida y el sometimiento de estos países a los intereses geopolíticos del imperialismo y las transnacionales. Esos regímenes no sólo acapararon el poder político, sino que han actuado, como cualquier otro país dependiente, a merced del gran capital. La falta de trabajo, salarios miserables son una realidad cotidiana que esta vez se ha mezclado con la opresión y el deseo de libertad.
El movimiento de masas que se desencadenó ha tenido eco incluso en Albania, territorio europeo, pero no hay duda que el centro de los acontecimientos tienen su centro, hoy, en Egipto que vive las más grandes movilizaciones de su historia. El pueblo egipcio perdió el temor a una dictadura cruel que gobernaba el país desde hace 30 años y no hay quien detenga este impetuoso movimiento de masas.
Hosni Mubarak ensayó algunas maniobras con el fin de continuar en el poder, cambió a todo su gabinete de ministros, impuso un toque de queda, liberó a delincuentes para crear el caos, asesinó a cientos y detuvo a miles, para ello contaba (¿cuándo no?) con el apoyo político y económico de los EEUU, pues junto con Arabia Saudita son piezas claves en el entramado geopolítico en la zona y principal apoyo al régimen nazi-sionista de Israel, el estado artificial creado por las potencias en 1949 como una cuña y gendarme en el mundo árabe.
Peligran todos los regímenes autoritarios, los intereses del imperialismo en la región y el estado sionista de Israel.
Entonces, el significado político de esta revolución democrática tiene mucha trascendencia. Las masas movilizadas no aceptan ya reformas, quieren que se vaya el dictador y sus horas están contadas. El pueblo egipcio ha sentido su poder colectivo en las calles. Si tuvieran al frente una organización y dirección revolucionarias podrían tomar el poder directamente, al no tenerla las cosas se desarrollan de distinta manera, sin embargo, ahora están haciendo historia y se van a tirar abajo a un cruel dictador.
Es una gran lección de la historia reciente. Egipto nunca volverá a ser igual que antes. El antiguo régimen, enfrentado a un poderoso e imparable movimiento de masas, de una escala sin precedentes, se ha vuelto de la noche a la mañana frágil y vulnerable. Hay momentos en los que no son los poderosos de siempre los que escriben la historia, sino las masas.
Federico Engels escribió alguna vez que las revoluciones son “arrebatadoras inspiraciones de la historia”, porque permiten a las sociedades dar pasos agigantados en la evolución histórica y el cambio social en cortos espacios de tiempo que durarían largos años o décadas de desarrollo estable, si nos atenemos al deseo de políticos y gobernantes de la burguesía.
La revolución se da cuando las masas populares, impulsadas por una corriente profunda, inevitable, tumultuosa, entra en escena, se da porque simplemente ha madurado y ya no puede ser contenida fácilmente. Este es el caso de lo que sucede en Egipto y otros países del Magreb.
A despechos de los grandes medios noticiosos nosotros creemos que los sucesos en Túnez, Egipto, Argelia, Marruecos, Jordania, Yemen, Sudán… son el comienzo de la revolución árabe.
¡Victoria para los trabajadores y jóvenes egipcios!
¡Abajo Mubarak!
¡Viva la revolución Árabe!
*Mubarak es presidente desde 1982, M. Alí Abdalá Saleh dirige Yemen desde 1978 y, en Amán, Abdalá II sucedió en 1999 a su padre, que a su vez accedió al poder en 1952. Por no hablar de Siria, donde Bachar Al-Assad sustituyó a su padre, que había tomado el poder en 1970; de Marruecos donde el rey Mohamed VI sucedió en 1999 a su padre, quien había reinado desde 1961; de Libia, donde Gadafi castiga desde 1969 y prepara a su hijo para que le suceda. En cuanto a Ben Alí, presidía Túnez a su antojo desde 1989. En todos estos países la violación de los derechos individuales, políticos y de expresión es muy fuerte. No es nada raro en Egipto, y en otros lugares, se maltrate, torture y asesine a los detenidos. Esta arbitrariedad absoluta, que también se manifiesta en la vida diaria es el combustible de una revolución democrática que expresa por todas partes las ansias de dignidad, de libertad.
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