La lucha obrera, internacional y socialista es más vigente que nunca.
El Primero de Mayo nació, hace ya más de 120 años, como un homenaje a los llamados Mártires de Chicago, en EEUU, juzgados y condenados a muerte por liderar una lucha contra la explotación capitalista. Desde 1889, se consideró que la mejor forma de expresar ese homenaje era realizar cada año, en esa fecha, un día internacional de lucha por las reivindicaciones de la clase obrera. En aquella época, se tomó como eje central la lucha por obtener la jornada de 8 horas de trabajo.
Desde entonces, la burguesía trató, primero, de borrar la fecha de la memoria de los trabajadores y, después, ante la imposibilidad de lograrlo, buscó quitarle su contenido de lucha y transformarla en un inofensivo “día de fiesta”. A partir de la década de 1990, este objetivo se acentuó en una campaña ideológica que anunciaba ruidosamente el triunfo del “capitalismo sobre el socialismo” y el fin de la “luchas de clases”.
Sin embargo, como pocas veces en los últimos años, en este Primero de Mayo, una realidad mundial de lucha de los trabajadores y los pueblos, en diversas regiones, nos muestra que la lucha de clases está más presente que nunca y, también, sus perspectivas revolucionarias internacionales.
La revolución árabe
En el mundo árabe, asistimos hoy a una de las oleadas de ascenso revolucionario de masas más importante de su historia moderna que lo ha convertido en el epicentro de la situación mundial. Iniciada en Túnez y continuada en Egipto, no hay prácticamente país de esa región que no haya sido afectado por alguna de sus manifestaciones. Esta oleada ya ha derribado dos dictadores (Ben Alí, en Túnez, y Hosni Mubarak, en Egipto) y amenaza a todas las dictaduras y monarquías reaccionarias de la región, la mayoría de ellas agentes del imperialismo. Llegó incluso a Siria, donde el régimen “dinástico” de los Assad aún conserva alguna “vestimenta” de autonomía frente al imperialismo.
Por razones históricas y estructurales, esta oleada revolucionaria tiende de modo natural a superar las fronteras nacionales, y a extenderse y unificarse en todo el mundo árabe.
En una visión superficial, la actual oleada de la revolución árabe puede parecer sólo una “lucha por la democracia”. Es cierto que el primer objetivo de las masas es derribar a los odiados dictadores y sus regímenes y obtener plenas libertades democráticas. Pero su contenido profundo va mucho más allá porque involucra resolver las gravísimas condiciones de los trabajadores y el pueblo, y la necesidad de acabar con el saqueo imperialista y las oligarquías burguesas nacionales que las generan. Y, como un elemento central, la necesidad de arrancar del corazón del mundo árabe ese puñal clavado que representan Israel y la tragedia del pueblo palestino.
Las burguesías árabes “nacionalistas laicas” ya han mostrado que son incapaces de conseguir ninguno de estos objetivos y que, tarde o temprano, se transforman en agentes del imperialismo contra ellos. Las organizaciones islámicas comienzan a mostrarlo ahora, como se ve, por ejemplo, en las posiciones políticas que la Hermandad Musulmana ha tenido a lo largo de todo el proceso egipcio (negociación con Mubarak, primero, apoyo al gobierno del ejército, ahora).
Afirmamos que en el mundo árabe se desarrolla una “revolución socialista inconsciente” que, en la lucha por la democracia y la liberación nacional, debe avanzar necesariamente a la lucha por el socialismo. Es socialista por los enemigos que enfrenta (el imperialismo, Israel y las burguesías nacionales); porque las tareas que debe llevar adelante sólo pueden resolverse de fondo derrotando al imperialismo y al capitalismo y, finalmente, porque sus protagonistas, los únicos cuya lucha puede llevarla hasta el final, son los trabajadores y el pueblo.
En este sentido, el proceso iniciado el 25 de enero de 2011 tuvo como antecedentes varias huelgas y luchas de los obreros textiles de la ciudad de Mahallah, en el delta del Nilo. Incluso, una de las organizaciones juveniles más activa en las movilizaciones que derribaron a Mubarak se llamaba “6 de Abril” porque se había formado para adherir a una de esas jornadas de lucha.
Finalmente, la gota que colmó el vaso en la lucha contra Mubarak y aceleró su caída fue la oleada de huelgas de los últimos días antes del 12 de febrero de 2011: Textiles de Mahallah, trabajadores del Canal de Suez, trabajadores de la salud, la educación, los bancos y el transporte del Cairo, etc.
La gran tarea actual, entonces, es que ese “contenido obrero y socialista” se abra camino en la conciencia de las masas egipcias y árabes, y que esa conciencia se exprese en la continuidad de su movilización (superando las trampas y las ilusiones de la democracia burguesa) y en avances en su organización independiente de cualquier variante burguesa. Especialmente, en la construcción de partidos obreros revolucionarios capaces de encabezar la revolución hasta el final.
La lucha en Europa
Cruzando el Mediterráneo, los trabajadores y la juventud europeas continúan la lucha, iniciada en 2010, contra los durísimos planes de ajuste que los gobiernos (sea de la derecha clásica o de partidos socialdemócratas) y las patronales aplican para descargar sobre sus espaldas el costo de la crisis económica internacional y de los inmensos paquetes de ayuda que dieron a los bancos y al parasitario sistema financiero.
En 2011, ya hubo una nueva huelga general en Grecia. El mes pasado, una inmensa movilización en Portugal, impulsada por la juventud trabajadora y estudiantil, la llamada “geração à rasca” (generación perdida) fue el punto más alto de la respuesta social que obligó a renunciar al gobierno del primer ministro Sócrates. Más recientemente, cientos de miles de personas, se manifestaron en Londres contra los recortes presupuestarios impulsados por el gobierno conservador-liberal.
Aquí también la lucha apunta a tomar rápidamente un carácter internacional. Acuerdos como la Unión Europea y la “zona euro” (los 16 países que adoptaron el euro como moneda) muestran claramente su carácter de construcciones imperialistas contra los trabajadores, como se evidencia en los feroces ajustes que deben realizar gobiernos como los de Portugal o Grecia para recibir una “ayuda” que sólo busca salvar a los bancos y aumentar al extremo la explotación de los trabajadores, liquidando viejas conquistas laborales y deteriorando beneficios como la salud y la educación públicas.
En todos los casos, estos gobiernos cuentan con la complicidad de las burocracias sindicales que, incluso cuando se ven obligadas a impulsar luchas, lo hacen para dividir y frenar los procesos. En cualquier caso, su acción siempre está destinada a salvar esos regimenes políticos, la UE y la zona euro. Si no fuese por el rol de estas burocracias, muchos de estos gobiernos ya habrían caído o estarían por caer.
Además, debido a la acción de las burocracias, los trabajadores de cada país tuvieron que salir a la lucha contra las mismas medidas impuestas por el imperialismo, pero lo hicieron separados, cada uno por su cuenta. Aunque los enemigos fuesen los mismos y los planes de hambre impuestos desde el mismo padrón de la Unión Europea, la política de las burocracias sindicales fue aislar una de las otras.Por eso, en Europa es necesaria la construcción de una alternativa clasista frente a los gobiernos y que unifique la lucha contra la burocracia en cada país y la lucha de la clase obrera europea en su conjunto.
En todo el mundo
En el mismo camino de sus pares europeos, el gobierno de Obama, en EEUU, acaba de presentar un presupuesto que contiene el “mayor recorte de la historia del país”. Si bien la situación de lucha está mucho más atrás que en
Europa, las recientes movilización en el estado de Wisconsin y las del año pasado en California, contra los recortes presupuestarios estaduales en salud y educación públicas, que unificaron a los trabajadores de estos sectores con los estudiantes y usuarios, pueden estar marcando el fin de la “tranquilidad”.En los primeros años del siglo XXI, varios países latinoamericanos vivieron procesos revolucionarios (Ecuador, Argentina, Venezuela, Bolivia). Ayudados por una situación económica relativamente buena, los gobiernos de frente popular o populistas (como los de Chávez, Evo Morales, Correa y Lula) consiguieron controlar y frenar este proceso. Pero esa “tranquilidad” también puede comienza a tener problemas.
A la superexplotación que se mantiene se suma ahora la inflación que erosiona el poder de compra de los salarios. El gobierno de Evo debió retroceder en el “gasolinazo” (brutal aumento del precio de los combustibles) ante la reacción obrera y popular. En el “estable” Brasil de la era Lula, ahora con el gobierno de Dilma Rousseff, más de cien mil trabajadores de la construcción civil de obras públicas (uno de los sectores más explotados de la clase obrera brasileña) desarrollaron una durísima huelga contra las empresas constructoras (muy ligadas al gobierno) con métodos muy radicales de incendiar los pabellones de los obradores.
Todas estas luchas plantean la necesaria unidad internacional de los trabajadores. Una unidad que estuvo en el origen del movimiento obrero y que fue la marca registrada de los primeros esfuerzos de organización de los trabajadores. Luchas semejantes estallan en diferentes partes del globo y demuestran que es necesario retomar esa tradición que expresa el Primero de Mayo y presente hoy. La solidaridad internacional entre los obreros es una herramienta para la lucha misma, porque puede ser fundamental para derrotar la burguesía y arrancar conquistas. Por ejemplo, en Europa la unidad entre los trabajadores del continente es una necesidad para derrotar a la Unión Europea imperialista y sus planes. Y la victoria de unos ayuda al avance de los trabajadores de otros países en lucha. Además, permite retomar y hacer avanzar la conciencia internacionalista de la clase obrera que fue característica del surgimiento del movimiento obrero.
La unidad en las luchas plantea otra cuestión profunda: en el sistema capitalista ninguna conquista lograda con la lucha es permanente. El sistema capitalista en su decadencia y en búsqueda de la ganancia ataca para quitar y hacer volver atrás las conquistas que otorgó en otros momentos. Así pasó por ejemplo con la jornada de 8 horas, la estabilidad laboral, la edad de jubilación, etc. Por eso, el capitalismo no puede ser cambiado de forma gradual a través de reformas. Esas reformas progresivas hoy casi no existen, pero si la burguesía las otorga frente a las luchas, mañana mismo las atacará para eliminarlas. La conclusión es que es necesario cambiar el sistema, superarlo por la acción revolucionaria, es decir, lograr la emancipación de los trabajadores.
“La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”
En uno de sus textos más importantes dirigidos a la clase obrera, Manifiesto Comunista, Carlos Marx y Federico Engels terminan con una consigna que es a la vez, toda una definición política: La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores.
Con ella querían expresar que sólo la clase obrera sería capaz de llevar hasta el final la lucha contra el capitalismo y por su destrucción, imprescindible para avanzar hacia la emancipación de la explotación y la opresión. Y que en esa lucha debería ser autodeterminada, totalmente independiente de cualquier variante política de la burguesía que siempre buscaría llevar a la clase obrera a “remolque” de sus posiciones. El Primero de Mayo como jornada de lucha obrera y socialista está profundamente imbuido de ese carácter.
En los últimos años, esta propuesta fue duramente cuestionada por la gran mayoría de la izquierda mundial que ha abandonado la lucha por la revolución socialista y la emancipación de la clase obrera que, con distintos sistemas teóricos y políticos, defendía en décadas anteriores. Un sector se limita a postular la “humanización” del capitalismo y, para eso, la necesidad de integrarse plenamente en las instituciones burguesas y sus gobiernos. Otros, afirman que la salida es la propuesta por los sectores burgueses populistas de izquierda, como Chávez en Venezuela, el mismo que ha salido a defender las sangrientas dictaduras de Gadafi en Libia y Assad en Siria.
La propuesta de la LIT-CI
Por nuestra parte, desde la LIT-CI, reivindicamos a fondo esa consignadel Manifiesto Comunista y afirmamos que ella está más vigente que nunca. Lo decimos en un doble sentido.
En primer lugar, la clase obrera está cada vez más presente en las luchas, como lo muestran la resistencia contra los ajustes en Europa y EEUU, los procesos revolucionarios en el mundo árabe, o las huelgas contra la inflación y los tarifazos en Latinoamérica. Y desde su lucha, puede encabezar una alianza con los otros sectores oprimidos y explotados, como los campesinos pobres, las masas urbanas no obreras y las nacionalidades oprimidas.
En segundo lugar, es necesario retomar el internacionalismo obrero. En tercer lugar, que para acabar con la explotación, el hambre, la miseria y el riesgo de destrucción a que el capitalismo imperialista somete al mundo, es necesario una revolución encabezada por la clase obrera, primer paso para la construcción del socialismo. No hay forma de “humanizar” o “reformar” el capitalismo.
La “madre de todas las tareas”
Los trabajadores y las masas siguen mostrando un gran heroísmo en sus luchas. Basta ver, por ejemplo, la combatividad que hoy vemos en el mundo árabe. Pero el capitalismo imperialista y las burguesías nacionales asociadas no van a rendirse “mansa y caballerosamente” ante esas luchas. Por el contrario, como un león que lame sus heridas, responden con ferocidad y recuperan el terreno perdido.
La revolución árabe y las luchas en Europa y el resto del mundo nos muestran la necesidad urgente de la construcción de una dirección revolucionaria internacional, capaz de impulsar y unificar estas luchas y llevarlas hasta su triunfo definitivo (la derrota completa del imperialismo).
Esa es la “madre de todas las tareas” que le proponemos a todos los luchadores obreros y populares del mundo. Para nosotros esa tarea se concreta en la reconstrucción de la IV Internacional y sus secciones, los partidos revolucionarios nacionales. Es en esa tarea que la LIT-CI concentra todos sus esfuerzos.
Afirmamos, al mismo tiempo, que la construcción de una dirección revolucionaria mundial no puede ser llevada adelante sin combatir permanentemente a todas las direcciones frentepopulistas, populistas, fundamentalistas, reformistas, “socialistas burocráticas” que tratan de desviar la lucha de los trabajadores y las masas hacia callejones sin salida, y a quienes, con cualquier argumento, capitulan a estas direcciones.
Basados en esta experiencia, tenemos un claro criterio para ubicarnos en todas las luchas: estamos con los explotados y oprimidos contra los explotadores y los opresores. Por eso, estamos con los trabajadores, la juventud y los pueblos árabes contra sus dictadores y burguesías, estamos con el pueblo libio contra Gadafi y contra la intervención imperialista, estamos con la resistencia afgana por la derrota de los ocupantes imperialistas; con el pueblo palestino contra Israel; con el pueblo haitiano para que expulse a los cascos azules y a los marines yanquis; apoyamos a los trabajadores europeos contra sus gobiernos y patrones; a los inmigrantes en su lucha por lograr plenos derechos políticos, laborales y sindicales; a las mujeres, a los jóvenes y a los que tienen opciones sexuales diferentes, contra la opresión, la discriminación y la persecución que sufren en el capitalismo.
¡Viva la revolución árabe!
¡Viva la lucha de la juventud y los trabajadores europeos!
¡Viva el internacionalismo obrero!¡Viva la lucha de los trabajadores y los pueblos de todo el mundo!
¡Por la derrota del capitalismo imperialista!
¡Viva la Revolución Socialista Internacional!
San Pablo, 1º de Mayo de 2011
Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI)
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