El 30 de octubre pasado se firmó el llamado Acuerdo de Guaymuras (primer nombre que los españoles dieron a Honduras) entre los representantes del gobierno golpista de Roberto Micheletti y los del presidente depuesto, Manuel Zelaya, que determinan el posible retorno de Zelaya al poder.
Este último punto era una de las principales reivindicaciones de la lucha antigolpista y, por eso, es posible que gran parte del pueblo hondureño lo vea como un triunfo. La realidad muestra, por el contrario, que este acuerdo le robó al pueblo hondureño la posibilidad de derribar con su lucha al gobierno resultante del golpe militar.
En primer lugar, quien definirá si Zelaya reasume o no la presidencia será el mismo Congreso que (junto a la Corte Suprema y las FF.AA.) dio el golpe, lo destituyó de su cargo y lo expulsó del país. Es decir, el acuerdo legitima a las instituciones golpistas y les asegura su continuidad, transformándolas en supervisoras de la transición y el futuro proceso electoral. Además, nadie será castigado por haber dado o impulsado el golpe ni por al represión posterior y los numerosos asesinatos cometidos en ella.
En ese marco, el retorno de Zelaya a la presidencia será sólo por un corto período, poco más de dos meses, y totalmente condicionado ya que, como vimos, se da en el marco de la continuidad de la instituciones golpistas y, al mismo tiempo, como parte de una gobierno de "unidad nacional" con los golpistas.
Finalmente, aunque quizás uno de los temas más importantes, el acuerdo ni menciona la convocatoria de una Asamblea Constituyente, una de las reivindicaciones más sentidas del pueblo hondureño, para poder discutir en ella la solución de los problemas más graves que enfrenta el país como la necesidad de cambiar la reaccionaria constitucional actual con su autoritario régimen político, de una reforma agraria contra la oligarquía terrateniente, la ruptura de la dominación imperialista o la eliminación de la base militar de EEUU, en Soto Cano.
Por eso, el verdadero objetivo del acuerdo es poner fin a la heroica movilización popular y canalizar todos los esfuerzos de las masas hacia la vía muerta del proceso electoral. En lo inmediato, las elecciones del 29 de noviembre se transforman en la pieza clave de este objetivo, lo que explica el apuro de Tom Shannon de lograr que se firmara con cierto margen de tiempo. Según las encuestas, Pepe Lobo, candidato progolpista del conservador Partido Nacional, debe salir vencedor.
No es casual, entonces que el acuerdo haya sido saludado como un triunfo por los golpistas, como Roberto Micheletti que declaró: "Honduras ha ganado y ese ha sido nuestro sueño permanente para que esta crisis haya terminado como terminó. (.) Estoy contento por el resultado", (El Heraldo, 31/10/2009).
Un acuerdo a la medida de la política imperialista
Tom Shannon, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental y representante oficial del gobierno de Obama en el conflicto, fue uno de los principales arquitectos de la firma del acuerdo. Él viajó a Honduras, enviado expresamente por el presidente de EE.UU. con el fin de intervenir en las negociaciones para garantizar que ambas partes lo firmaran. Después, llegó al punto de calificar, un tanto eufóricamente, a sus firmantes, incluidos los golpistas, como "héroes de la democracia".
Es que el Acuerdo de Guaymuras se encuadra a la perfección en la actual táctica política del imperialismo estadounidense. Derrotado en Irak y con una situación muy difícil en Afganistán, el gobierno Obama trata de evitar la profundizació n de los conflictos en en Latinoamérica, buscando resolverlos por la vía de la negociación y el consenso, para así defender los intereses económico-polí ticos de EEUU y, a la vez, frenar la lucha del movimiento de masas y derrotarlo, contando, para ello, con la colaboración de sus direcciones.
El Acuerdo de Guaymuras muestra como esta política, engañosamente "pacifista y simpática", representa un grave peligro para el desarrollo de esta lucha, si las masas creen que, por esa vía, vendrá la "solución". Peligro que se acentúa aún más cuando figuras populares como Lula y Chávez respaldan el acuerdo.
¿Quién robó la posibilidad de triunfo?
Desde el mismo día de su instalación, el pueblo hondureño llevó adelante una heroica lucha de resistencia contra el régimen golpista, con varios muertos por la represión. La resistencia también alcanzó picos de gran masividad, como en la concentración en el aeropuerto de Tegucigalpa (en el primer intento de retorno de Zelaya al país) y en la huelga general del 22 de julio.
Esa resistencia fue, junto con el aislamiento internacional, el factor central que impidió la consolidación del régimen golpista. Es decir, estaba abierta la posibilidad de derrocarlo a través de la lucha del pueblo hondureño y así abrir mucho mejores condiciones para continuar esa lucha por sus reivindicaciones más sentidas.
Fue el propio Zelaya quien impidió esta posibilidad. En primer lugar, después del golpe, se limitó a llamar a la "movilización pacífica" (es decir que no fuese al choque frontal con los golpistas) para que actuara como factor coadyuvante de la negociación, como lo muestra su temprana firma del Pacto de San José. Pero en este primer período mantenía al menos el llamado a la movilización.
La movilización de masas alcanzó su pico más alto con la vuelta de Zelaya al país, el 21 de septiembre pasado. El pueblo enfrentó la represión en las calles y organizó la defensa de los barrios populares. Sin embargo, luego de una declaración retórica hablando de una "insurrección" , Zelaya abandonó todo llamado a la movilización y se concentró exclusivamente en las negociaciones y en solicitar la "ayuda" del imperialismo y de los gobiernos de Lula, Chávez y otros, para que ellas fueron aceptadas por los golpistas. En estas negociaciones, fue capitulando cada vez más hasta llegar al Acuerdo de Guaymuras. Con esa política, Zelaya permitió, primero, que el régimen golpista se fortaleciera y, luego, que se legitimara y continuaran sus figuras en instituciones.
Zelaya mostró así claramente su carácter burgués y los límites infranqueables que ese carácter de clase le impone. Él prefirió salvar la actual estructura económico-polí tico-social de Honduras antes que encabezar una lucha de masas para modificarla.
En este sentido, el Frente de Resistencia al Golpe de Estado cometió el grave error de acompañar estas políticas de Zelaya, Primero justificó, con distintos argumentos, la desmovilizació n. Ahora ha sacado un comunicado que, de hecho, apoya el Acuerdo de Guaymuras y realiza algunas exigencias al Congreso golpista, aunque señale que seguirá "luchando en las calles" por la convocatoria a una Asamblea Constituyente. De esta forma, lamentablemente, el Frente legitima el acuerdo, encubre la traición de Zelaya y, al mismo tiempo, se cierra el camino para surgir como una alternativa de dirección para la lucha del conjunto del pueblo hondureño. Fraternalmente, los llamamos a revertir esta posición.
La lucha debe continuar
Si el Acuerdo de Guaymuras busca defender y mantener la actual estructura económico-polí tico-social de Honduras, por otro lado, nada será igual que antes en el país: en su lucha contra el golpismo, el pueblo hondureño ha avanzado en su consciencia, en su unidad y en su organización.
Esa es la base para continuar su lucha. En primer lugar, en pocos días habrá un nuevo gobierno "unidad nacional" que, seguramente, surgirá de la aplicación Acuerdo de Guaymuras. Este gobierno, al contrario de lo que ya propaga la mayoría de la izquierda, pasa a ser ahora el principal obstáculo para que las masas logren sus principales reivindicaciones tales como una Asamblea Constituyente soberana que elimine el reaccionario régimen político actual, la reforma agraria, el fin de la base Soto Cano y el fin de la dominación imperialista- oligárquica.
Por todo lo anterior la LIT rechaza este gobierno nacido de la capitulación de Zelaya y llama a las organizaciones obreras y populares a construir organizaciones de la clase que luchen por ese programa, totalmente independientes de cualquier figura burguesa.
Secretariado Internacional de la LIT-CI
San Pablo, 1º de noviembre de 2009
Este último punto era una de las principales reivindicaciones de la lucha antigolpista y, por eso, es posible que gran parte del pueblo hondureño lo vea como un triunfo. La realidad muestra, por el contrario, que este acuerdo le robó al pueblo hondureño la posibilidad de derribar con su lucha al gobierno resultante del golpe militar.
En primer lugar, quien definirá si Zelaya reasume o no la presidencia será el mismo Congreso que (junto a la Corte Suprema y las FF.AA.) dio el golpe, lo destituyó de su cargo y lo expulsó del país. Es decir, el acuerdo legitima a las instituciones golpistas y les asegura su continuidad, transformándolas en supervisoras de la transición y el futuro proceso electoral. Además, nadie será castigado por haber dado o impulsado el golpe ni por al represión posterior y los numerosos asesinatos cometidos en ella.
En ese marco, el retorno de Zelaya a la presidencia será sólo por un corto período, poco más de dos meses, y totalmente condicionado ya que, como vimos, se da en el marco de la continuidad de la instituciones golpistas y, al mismo tiempo, como parte de una gobierno de "unidad nacional" con los golpistas.
Finalmente, aunque quizás uno de los temas más importantes, el acuerdo ni menciona la convocatoria de una Asamblea Constituyente, una de las reivindicaciones más sentidas del pueblo hondureño, para poder discutir en ella la solución de los problemas más graves que enfrenta el país como la necesidad de cambiar la reaccionaria constitucional actual con su autoritario régimen político, de una reforma agraria contra la oligarquía terrateniente, la ruptura de la dominación imperialista o la eliminación de la base militar de EEUU, en Soto Cano.
Por eso, el verdadero objetivo del acuerdo es poner fin a la heroica movilización popular y canalizar todos los esfuerzos de las masas hacia la vía muerta del proceso electoral. En lo inmediato, las elecciones del 29 de noviembre se transforman en la pieza clave de este objetivo, lo que explica el apuro de Tom Shannon de lograr que se firmara con cierto margen de tiempo. Según las encuestas, Pepe Lobo, candidato progolpista del conservador Partido Nacional, debe salir vencedor.
No es casual, entonces que el acuerdo haya sido saludado como un triunfo por los golpistas, como Roberto Micheletti que declaró: "Honduras ha ganado y ese ha sido nuestro sueño permanente para que esta crisis haya terminado como terminó. (.) Estoy contento por el resultado", (El Heraldo, 31/10/2009).
Un acuerdo a la medida de la política imperialista
Tom Shannon, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental y representante oficial del gobierno de Obama en el conflicto, fue uno de los principales arquitectos de la firma del acuerdo. Él viajó a Honduras, enviado expresamente por el presidente de EE.UU. con el fin de intervenir en las negociaciones para garantizar que ambas partes lo firmaran. Después, llegó al punto de calificar, un tanto eufóricamente, a sus firmantes, incluidos los golpistas, como "héroes de la democracia".
Es que el Acuerdo de Guaymuras se encuadra a la perfección en la actual táctica política del imperialismo estadounidense. Derrotado en Irak y con una situación muy difícil en Afganistán, el gobierno Obama trata de evitar la profundizació n de los conflictos en en Latinoamérica, buscando resolverlos por la vía de la negociación y el consenso, para así defender los intereses económico-polí ticos de EEUU y, a la vez, frenar la lucha del movimiento de masas y derrotarlo, contando, para ello, con la colaboración de sus direcciones.
El Acuerdo de Guaymuras muestra como esta política, engañosamente "pacifista y simpática", representa un grave peligro para el desarrollo de esta lucha, si las masas creen que, por esa vía, vendrá la "solución". Peligro que se acentúa aún más cuando figuras populares como Lula y Chávez respaldan el acuerdo.
¿Quién robó la posibilidad de triunfo?
Desde el mismo día de su instalación, el pueblo hondureño llevó adelante una heroica lucha de resistencia contra el régimen golpista, con varios muertos por la represión. La resistencia también alcanzó picos de gran masividad, como en la concentración en el aeropuerto de Tegucigalpa (en el primer intento de retorno de Zelaya al país) y en la huelga general del 22 de julio.
Esa resistencia fue, junto con el aislamiento internacional, el factor central que impidió la consolidación del régimen golpista. Es decir, estaba abierta la posibilidad de derrocarlo a través de la lucha del pueblo hondureño y así abrir mucho mejores condiciones para continuar esa lucha por sus reivindicaciones más sentidas.
Fue el propio Zelaya quien impidió esta posibilidad. En primer lugar, después del golpe, se limitó a llamar a la "movilización pacífica" (es decir que no fuese al choque frontal con los golpistas) para que actuara como factor coadyuvante de la negociación, como lo muestra su temprana firma del Pacto de San José. Pero en este primer período mantenía al menos el llamado a la movilización.
La movilización de masas alcanzó su pico más alto con la vuelta de Zelaya al país, el 21 de septiembre pasado. El pueblo enfrentó la represión en las calles y organizó la defensa de los barrios populares. Sin embargo, luego de una declaración retórica hablando de una "insurrección" , Zelaya abandonó todo llamado a la movilización y se concentró exclusivamente en las negociaciones y en solicitar la "ayuda" del imperialismo y de los gobiernos de Lula, Chávez y otros, para que ellas fueron aceptadas por los golpistas. En estas negociaciones, fue capitulando cada vez más hasta llegar al Acuerdo de Guaymuras. Con esa política, Zelaya permitió, primero, que el régimen golpista se fortaleciera y, luego, que se legitimara y continuaran sus figuras en instituciones.
Zelaya mostró así claramente su carácter burgués y los límites infranqueables que ese carácter de clase le impone. Él prefirió salvar la actual estructura económico-polí tico-social de Honduras antes que encabezar una lucha de masas para modificarla.
En este sentido, el Frente de Resistencia al Golpe de Estado cometió el grave error de acompañar estas políticas de Zelaya, Primero justificó, con distintos argumentos, la desmovilizació n. Ahora ha sacado un comunicado que, de hecho, apoya el Acuerdo de Guaymuras y realiza algunas exigencias al Congreso golpista, aunque señale que seguirá "luchando en las calles" por la convocatoria a una Asamblea Constituyente. De esta forma, lamentablemente, el Frente legitima el acuerdo, encubre la traición de Zelaya y, al mismo tiempo, se cierra el camino para surgir como una alternativa de dirección para la lucha del conjunto del pueblo hondureño. Fraternalmente, los llamamos a revertir esta posición.
La lucha debe continuar
Si el Acuerdo de Guaymuras busca defender y mantener la actual estructura económico-polí tico-social de Honduras, por otro lado, nada será igual que antes en el país: en su lucha contra el golpismo, el pueblo hondureño ha avanzado en su consciencia, en su unidad y en su organización.
Esa es la base para continuar su lucha. En primer lugar, en pocos días habrá un nuevo gobierno "unidad nacional" que, seguramente, surgirá de la aplicación Acuerdo de Guaymuras. Este gobierno, al contrario de lo que ya propaga la mayoría de la izquierda, pasa a ser ahora el principal obstáculo para que las masas logren sus principales reivindicaciones tales como una Asamblea Constituyente soberana que elimine el reaccionario régimen político actual, la reforma agraria, el fin de la base Soto Cano y el fin de la dominación imperialista- oligárquica.
Por todo lo anterior la LIT rechaza este gobierno nacido de la capitulación de Zelaya y llama a las organizaciones obreras y populares a construir organizaciones de la clase que luchen por ese programa, totalmente independientes de cualquier figura burguesa.
Secretariado Internacional de la LIT-CI
San Pablo, 1º de noviembre de 2009
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